Vender cosas por un precio, ya no es tan rentable. Sobre todo si es un precio suprabarato.
En la última década, en la mayoría de los sectores del retail, los márgenes han caído mucho. Las razones ya las expliqué en mi penúltimo libro. Entre muchas razones macroecnonómicas, también está la expansión de esa tienda universal y de pasillos infinitos que es internet.
La gente cada vez compra menos cosas y cada vez compra más servicios.
Hoy dedicamos mucho más presupuesto, que hace dos décadas, al ocio, viajar, educarnos, ir a museos, eventos deportivos, contratar servicios de música o contenidos audiovisuales, divertirnos… es decir, a servicios. Y más desde el fin de la era del pánico Covid. Es la economía del disfrute inmediato. Cada vez nos interesa más el uso de las cosas (es decir alquilarlo, es decir servicios) que la pertenencia de las cosas.
Hemos aprendido que la felicidad está en lo que hacemos, no en lo que tenemos.
Estamos ya en el economía del disfrute inmediato. Tras casi 3 años de secuestro emocional y social, nos interesan menos comprar cosas para toda una vida, que vivir el instante, fantásticamente el instante, y a poder ser socialmente. La gente, más que buscar tener cosas, busca disfrutar tribalmente. La gente busca gente.
Hay ciertos servicios que por su idosincracia deben celebrarse en el mundo físico: regresamos a las “tiendas” donde se vende cenas, comidas, salud, buscamos de nuevo lucir nuestros cuerpos esbeltos (llámenlo gimnasios), aprender idiomas, ser bellos, luchar contra las arrugas, y nos hacemos seguros en todos nuestros viajes, y…
Y tú sigues empeñado en hablarles a tus clientes de productos y precios.
Háblales de algo más.
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